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Con su estridente álbum de debut (Psychocandy, 1985), The Jesus And Mary Chain lograron demostrar, a golpe de turbulencia guitarrera, que a mediados de los 80 aún existían posibilidades de explorar nuevos sonidos en un instrumento sobre el que todo parecía haber sido ya inventado.
Desde luego, el particular tratamiento de las guitarras en aquel primer álbum no dejó a nadie indiferente, y convirtió al grupo del los hermanos Reid en precursores de algo que llegó a ser conocido cáusticamente como ‘sonido taladro-lavadora’. Ironías aparte, en su música había claras influencias ramonianas y ecos de The Stooges y The Cure, pero también estaban presentes el surf de los Beach Boys (a los que luego versionarían), y el legendario ‘muro de sonido’ del mítico Phil Spector.
Atmósferas oscuras, voces graves y, sobre todo, una maraña de guitarras y distorsión que lo envolvía absolutamente todo, creando auténticos tornados sonoros que, desde entonces, definirían el sonido de la banda escocesa. Por aquella época aún completaba el trío como batería nada menos que Bobby Gillespie, quien luego se convertiría en líder de Primal Scream, otra banda de incontestable potencia sonora.
El tiempo ha conferido a aquel sorprendente disco de debut el justo status de clásico que, sin embargo, y en la modesta opinión del que esto suscribe, aun se vio superado por su segundo trabajo, titulado premonitoriamente Darklands, una nueva entrega en la que se advertía una interesante evolución: por un lado, los de Glasgow rebajan el tremendismo ruidista de su primer trabajo, difuminando el lado más estridente de las guitarras para dar paso a una mayor intensidad melódica (sirva como ejemplo el tema que da título al álbum); y, por otro lado, canalizan su energía para imprimir un punto intenso y emocionante a las canciones, hacía un tono más melancólico, y a la vez apasionado, que parece impregnar la totalidad de las composiciones del disco.
Es como si la angustia y el caos adolescente de Psychocandy hubiesen madurado y se hubiesen transformado en una especie de rebeldía existencial e introspectiva, y ello sin perder nunca la capacidad para resultar tremendamente contundentes (“Down On Me”). Precisamente ahí radicó siempre una de las mayores virtudes del grupo: su capacidad para saber controlar el ruido y la distorsión, algo que siempre se echó de menos en muchos grupos que siguieron su estela. Además, en este disco logran firmar algunos de los mejores temas de su carrera, como “Happy When It Rains” o “April Skies”, canciones de oscura belleza, como alguien acertadamente describió.
Siempre reconocibles por su característico sonido, continuaron su carrera hasta 1998, y aún editaron varios trabajos de interés, como el sobresaliente Automatic (1989). Echando la vista atrás, no sólo es necesario reivindicar a Jesus And Mary Chain como los grandes precursores del noise-pop, sino también como una de las bandas que más revitalizaron la música de finales del siglo pasado con un sonido propio, original y, además, terriblemente subversivo.
Javier Palacios (Publicado en Entremuros)
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1 comentario:
Muchas gracias por el link, la verdad es que siempre tuve algo de curiosidad por escuchar a este grupo, pero sólo hoy me decidi a buscarlo.
Me pongo tu/vuestro blog en mi feed de rss, ¡gracias!
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